Las doce uvas de la buena suerte




Las doce uvas de la suerte​ es una tradición española que consiste en comerse doce uvas la medianoche del 31 de diciembre para dar la bienvenida al Año Nuevo.

La uva es un fruto que tradicionalmente se ha asociado a la buena suerte y a la positividad o la espiritualidad, por lo que colocar 12 uvas para comer a la entrada del año era un símbolo de buena suerte en la nueva entrada de año.

Según la tradición, se cree que el que se coma las doce uvas al compás de las campanadas tendrá un año próspero. Ciertas casas comerciales vieron en esta tradición una buena oportunidad de negocio.

Las doce uvas simbolizan los doce meses del año y cada uva comida con cada campanada supondrá buena suerte en el correspondiente mes. La uva es un fruto que se asocia con símbolos positivos como la hermandad, unión, alegría o placer (dios Baco o dios Dionisio) y quizá por ello la aristocracia francesa la comía en sus fiestas.

Tradicionalmente, los agricultores daban gracias por el verano, las cosechas, las frutas y por disponer de más horas para cumplir con sus tareas y entregarse a la diversión. También es el momento justo para pedir por la fecundidad de la tierra y de los mismos hombres.

Así también las uvas representan las semillas de salud y bienestar que sembramos en nuestro cuerpo, para que a lo largo del año puedan brotar sus frutos, en una abundante cosecha de amor y felicidad.

En toda la Biblia, la viña es un símbolo transparente y noble del Reino de Dios. Se aplica primero a las enseñanzas del Antiguo Testamento referidas a la historia de Israel como pueblo elegido por Dios entre los demás pueblos de la tierra, para hacer presente el misterio del Reino de Dios.

El vino en el Evangelio es un emblema de bonanza, una parte fundamental de la alimentación junto al pan o al aceite; un símbolo de amistad, de amor entre los hombres.

Si bien es cierto, son varias las referencias en las escrituras sagradas, en su caso se aconseja beberlo con moderación. La vendimia era una fiesta presente en el pueblo de Israel y en las demás culturas de la zona.

Era originariamente fuente de alegría y bendición divina. De ahí que la fiesta en los Tabernáculos y en el cristianismo, sea una fiesta por excelencia.

Cuando se escribe el Evangelio de Mateo ya ha nacido la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios llamado a ser también la viña del Señor. La advertencia de Jesús sirve también para la Iglesia, pues sus miembros no son mejores que los antiguos labradores de la viña.
A lo largo de los años, la tradición se ha ido puliendo.

Hoy día mucha gente dice que las uvas simbolizan la abundancia y cada vez que se come una hay que pedir un deseo.

El simbolismo del vino nos remite a la inmortalidad, la sangre, la vida y el sacrificio, entre otros sentidos.
Baco, además de ser el dios romano del vino, su elaboración y su cosecha; también representa la locura, el éxtasis y el teatro.

Este dios es, en realidad, el equivalente romano del dios griego Dionisio. Y por esta razón comparten la misma historia y son representados de la misma manera.

El griego Dionisio, también tiene éste mismo simbolismo y casualmente más tarde, a su muerte, fue despedazado, cocido sus trozos, comieron su carne y bebieron su sangre.

Curiosamente la historia nos señala en concreto, que personas como Hermes, Budha, Krishna, Horus, Heracles, Adonis, Dionisio, Zoroastro, Mithra y Tammuz habrían nacido un 25 de diciembre, muchos años antes que Jesús, lo que intenta demostrar que la Navidad es una forma de aglutinar distintas creencias previas y todas ellas relacionadas con el solsticio y el crecimiento material y espiritual que posibilitan el nuevo año solar.

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