La interpretación alegórica de "La Última Cena" como un cuadro celestial
Revela un profundo tapiz de simbolismo espiritual y esotérico. Dentro de esta narrativa mística, Jesús (el “hijo”) emerge como el “sol” radiante, que encarna la fuente divina de la iluminación espiritual y el ciclo eterno de la vida.
Su presencia refleja el antiguo simbolismo del dios sol, proyectando su luz benévola sobre el mundo y ofreciendo la promesa de un renacimiento espiritual.
Esotéricamente hablando, el simbolismo del símbolo geométrico sagrado de la Vesica Piscis sobre la mesa (famoso, el símbolo cristiano del pez) es la conexión de Jesús formada por la intersección de dos círculos: revela la unidad de lo divino y lo humano, el punto de encuentro de cielo y tierra.
Este símbolo, un portal a una conciencia superior, significa la unión mística de los opuestos, haciéndose eco del papel de Jesús como puente entre lo terrenal y lo divino.
El símbolo del pez también podría estar vinculado al signo de Piscis, que tiene interpretaciones astrológicas de la transición de la Era de Piscis (compasión, espiritualidad, sacrificio) a la Era de Acuario (innovación, iluminación, conciencia colectiva).
Los discípulos, similares a las constelaciones del cielo cósmico, representan fuerzas arquetípicas que guían el viaje de la humanidad a través de las estaciones del alma. Al igual que el zodíaco, se alinean con los ritmos cíclicos de la vida: la renovación de la primavera, la abundancia del verano, la introspección del otoño y la sabiduría del invierno.
En esta interpretación esotérica, "La Última Cena" se convierte en un tapiz espiritual, que invita a la contemplación de las verdades eternas codificadas en el cosmos, donde Jesús, como sol, conduce a los discípulos -constelaciones de la experiencia humana- hacia la armonía divina de la Vesica. Piscis, donde se develan los misterios de la existencia y la trascendencia.



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